ZONAS VERDES


REPLANTEANDO LA CIUDAD Y SUS ZONAS VERDES 

La contaminación a diferentes niveles expresada en la pérdida de calidad del aire es una constante que se da en la mayoría de las ciudades españolas. El informe de 2014 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) expresa que de 46 urbes españolas estudiadas, 37 incumplen los niveles recomendados de contaminación.  

Esta situación debería ser un motivo de preocupación general de la ciudadanía tanto por su incidencia en la salud, especialmente de aquellos colectivos más sensibles como mayores y niños, así como por su impacto general sobre la degradación medioambiental, el aumento de la emisión de Gases de Efecto Invernadero o la propia pérdida de biodiversidad.  

De hecho, la biodiversidad se percibe en las ciudades como algo ajeno o incluso antagónico a la realidad urbana, llevando a que aceptemos la ciudad como un lugar en donde el ruido, la contaminación o el cemento deben ser factores imperantes por encima de los espacios verdes, el aire limpio o la movilidad en transportes no contaminantes.

Bajo este escenario se hace complicado entender la ciudad como un lugar que puede combatir y debe ser motor en la lucha contra el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad, es más, el habitante de la ciudad entiende que la naturaleza sigue estando “extramuros”. 

Sin embargo, tenemos que aprender que la ciudad, a través de la concepción de sus espacios libres urbanos como sumideros de CO2 y depuradores de gases nocivos, sistemas filtrantes del agua de lluvia o mecanismos reguladores de las temperaturas extremas y amortiguadores del ruido urbano, posee una capacidad, una biocapacidad que debe ser explotada en beneficio de la totalidad de la comunidad y el medioambiente. 

Debe ser la ciudad, y su diseño, uno de los puntos de partida para alcanzar los objetivos vinculados a los objetivos del desarrollo sostenible, y el logro de un medioambiente urbano más saludable y cercano a la naturaleza. En este sentido se hace necesario desterrar para siempre las políticas de desarrollo urbanístico que en los últimos años han asolado España y que han hecho caso omiso de las consecuencias sociales, económicas y medioambientales de la creciente dependencia del transporte y el consumo de energía.

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